viernes, 13 de diciembre de 2013

martes, 10 de diciembre de 2013

La rosa que habla


Había una vez una niña llamada Lucía que tenía muchas cosas, era rica. Un día de vuelta del instituto escuchó murmullos, cuando iba sola por la calle, pensó que era la tele de algún vecino.

Al seguir caminando vio una rosa con un color rojo muy llamativo y se acercó. Cuando fue a arrancarla volvió a escuchar el murmullo, miró a su alrededor y no había nadie, tiró un poco de la rosa y ella le habló. Fue corriendo a su casa, soltó la mochila y cogió una maceta y una pala. Volvió donde estaba Rosa, que así es como la llamó, la trasladó para llevársela a su casa. Eran muy amigas. Se pasaban el día riendo, jugando, etc. Un día estaba en casa de su abuela y sentía que le faltaba algo...¡Era Rosa! Se demostró que Lucía no podía estar sin Rosa y se la llevaba a todos lados.

Esto era tan raro que nadie se lo creía, tenía juguetes, televisiones..., pero no echaba a nada de menos tanto como a Rosa. Sus padres le compraron una bolsa especial para que la llevara allí a todos lados. Hasta que un día Rosa se puso malita, había perdido su color rojo tan llamativo porque necesitaba luz del sol y agua de las nubes. Tuvieron que trasladarla al jardín. Estuvo unas semanas plantada en el jardín y un día vino un médico de plantas muy raro y le dijo:

-Ya puedes ir en tu bolsa a todos lados.

-Vale -le dijo Lucía-, pero ¿todavía no tiene su color rojo llamativo?

-Su color volverá poco a poco -le contestó el médico.

Eso no pasó, Rosa seguía igual y volvieron a llamar al médico y le contestó:

-Yo no te he dicho nada.

-¿Cómo que no?-le dijo Lucía sorprendida.

-Que yo no te dicho nada de nada -le dijo con chulería el médico.

Entonces Lucía y sus padres lo denunciaron, y fue a la cárcel porque ya había estafado antes, y curó a Rosa un médico de verdad.

Cristina Verdugo, 1º B

domingo, 8 de diciembre de 2013

El balón parlanchín

Érase una vez un balón que vivía en el cuarto de un niño y nunca había salido de allí. Un día el niño y sus hermanos lo bajaron a la calle y empezaron a jugar con él y se puso muy contento al ver que disfrutaban jugando con él y no lo tenían abandonado.

Otro día, cuando se lo llevaron al parque a jugar, se cayó en una zona que estaba llena de pinchos y se hizo un agujerito. El balón se iba desinflando poco a poco. Cuando ya se volvían a casa, los niños se dieron cuenta de que su balón no estaba y lo empezaron a buscar. El balón empezó a a chillar “SOCORRO SOCORRO”, pero nadie lo oía.

Más tarde los niños lo encontraron casi desinflado y se lo llevaron a casa. Ellos le preguntaron a su padre que si se podía arreglar, y el padre le respondió que sí. Entonces dijo el balón: “ Bien, por fin me he recuperado”. Los niños, cuando se enteraron de que su balón había hablado, se pusieron tan contentos que nunca lo dejaron solo ni lo trataron mal. Siempre jugaron con él y nunca lo volvieron a dejar solo. Desde entonces no se callaba nunca.

Elena Rueda Machado, 1º A